“De mí sé decir que a los diez años ya componía versos y que no cometí nunca una sola falta de ritmo”. “Del centro de uno de los arcos, en la esquina de mi casa, pendía una granada dorada. Cuando pasaba la procesión del Señor del Triunfo, el Domingo de Ramos, la granada se abría y caía una lluvia de versos. Yo era el autor de ellos. No he podido recordar ninguno… pero sí sé que eran versos, versos brotados instintivamente. Yo nunca aprendí a hacer versos. Ello fue en mi orgánico, natural, nacido”. (Autobiografía).
Estudia con los jesuitas expulsados de Guatemala, en la Iglesia de Recolección de León, conociendo sus primeros clásicos latinos. “Había entre ellos hombres eminentes: un padre Arubla, bello e insinuante orador; un padre Valenzuela, célebre en Colombia como poeta”. (Autobiografía)