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El Madroño, Árbol Nacional de Nicaragua y su sutil fragancia

El madroño es el Árbol Nacional de Nicaragua desde 1971. En La Gaceta, Diario Oficial de la República de Nicaragua, número 194, aparece reproducido el Decreto Legislativo No. 1891 por el cual se declara al madroño Árbol Nacional de Nicaragua.

A nivel nacional y en cada rincón del país podemos encontrar este árbol quien con sus colores vistosos adorna cualquier lugar donde se encuentre. Actualmente los podemos encontrar en muchas alcaldías del país, sembrado en parques, bulevares, hogares y escuelas.

El madroño se desarrolla a temperaturas de 26 grados centígrados, con promedio de precipitación anual entre 1,200 y 1,700 milímetros, entre los cinco y los 500 metros sobre el nivel del mar.

Crece comúnmente en la Costa del Pacífico y cuando florece, en los meses de noviembre a febrero, adquiere el aspecto de una masa blanca cremosa uniforme, que lo destaca entre las tonalidades verdes del bosque seco tropical.

Sus ramas en esa época, cortadas en tamaños adecuados, se usan para adornar altares de la Purísima; y la sutil fragancia de sus flores se incorpora al humo del incienso, al fervor de los cantos y a la algarabía popular de los nicaragüenses.

Al Madroño se le da el nombre de Harino y Alazano en Panamá; de Urraca en Honduras; de Camarón en México; de Sálamo en Costa Rica y en Nicaragua como Madroño.

Crece en México, Cuba, Centroamérica y hasta la parte norte de la América Sur, con altura media de 15 a 20 metros; de ramas flexibles, color rojo marrón, lustroso, generalmente con escamas.

Su fina madera es pesada, fuerte, de grano fino, elástica y fácil para ser elaborada; se emplea en mangos de herramientas, postes, leñas y carbón. Los ranchos de antes lucían tirantes, soleras y cumbreras del fuerte madroño.

En diciembre los árboles de algunas zonas del mundo se cubren de nieve y en Nicaragua, los Madroños se visten de blanco. Durante los primeros diez meses del año pasan casi inadvertidos, confundiendo su verde con el verdor de los demás árboles.

En noviembre, empieza a clarear sus hojitas, hasta vestirse todos del manto níveo blanco, que los caracteriza. Saludan los aires dicembrinos con su silueta que, de lejos, parece una vela agitándose en el mar verde del follaje campestre, proclamando al viento el privilegio de ser el árbol nacional de Nicaragua.

Los madroños evocan golosinas, petardos y sones de Pascua. Los diciembres huelen a madroños en flor, ese es el Árbol Nacional, el que representa a cada uno de los nicaragüenses y el que con el olor de sus flores nos avisa que ya viene diciembre.

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