En Mayo viaja a Inglaterra y Bélgica. Es designado secretario de la delegación de Nicaragua a la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, debiendo reunirse con el Ministro Dr. Luis Felipe Corea en Nueva York.
Entre los delegados centroamericanos se encontrarán dos poetas amigos, Juan Ramón Molina y Román Mayorga Rivas, secretario de las Delegaciones Hondureñas y Salvadoreñas (“Esa conferencia en que los secretarios éramos gigantes y los ministros pigmeos”). En Río de Janeiro escribe la “Salutación del Águila” que le valdrá reproches de Blanco Fombona.
En agosto viaja a Buenos Aires donde La Nación le ofrece un gran banquete. Acaba de dar a conocer su Oda a Mitre (París, Imprime Eymeoud). Retorna a París y pasa el invierno en Palma de Mallorca donde traga a Joan Alcover, Gabriel Alomar, Emilio Guanybens y Josep Carner.
Concibe allí su novela La Isla de Oro que quedará inconclusa y su “Epístola a Madame Lugones”. Entre quienes lo visitan en ese lugar de paz está el pintor mexicano Ramos Martínez.
Aparece su libro de ensayo Opiniones (Madrid. Librería de Fernando Fe) y escribe el preludio para Alma América de José Santos Chocano. Rosario Murillo llega a París buscando una reconciliación.